(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Ya en declaradas y plenas campañas
electorales, al muy denostado peronismo le cuesta presentarse como tal. Su
identidad real no termina de emerger y es hoy confundida aviesamente con la del
Frente para la Victoria, esa formación social demócrata estatista y totalitaria
compuesta por antiguos peronistas ortodoxos, montoneros y una muchedumbre de oportunistas
de toda laya, sin contar con una juventud inocente y desinformada que cree sinceramente
que este engendro que ha destruido la Nación y hace cada día más infeliz a su
pueblo, es peronismo.
¿Qué sería el peronismo real hoy? Ya
no un movimiento informe, sino un partido nacional organizado y democrático con
adecuadas organizaciones filo-partidarias de estudio y solución de los
problemas nacionales, provinciales y municipales. Un partido republicano,
finalmente institucionalizado (como ya en 1973 querían Perón y sus más leales
seguidores), donde la doctrina no estuviese en discusión y donde se progresase
para usar los mejores instrumentos disponibles para aplicar esa doctrina. Una
doctrina humanista, cristiana, fundamentalmente pro-trabajadores, e incluyendo
como trabajadores a los empresarios y emprendedores en tanto creadores de prosperidad
en la era moderna. Una doctrina que sólo aspira a lograr la mayor grandeza
posible de la Nación y la mayor felicidad posible para los argentinos.
Por eso, el peronismo real sería
exactamente lo opuesto del actual “kirchnerismo” en tanto defendería muy específicamente
todo aquello que permitiese un desarrollo genuino de la Nación, abriéndola al
comercio y al mercado, incentivando la inversión y facilitando la producción y
el comercio, interior y exterior y promoviendo un genuino progreso de su
pueblo, a través de su educación y su trabajo, y la generación de mejores condiciones
de vida. Si el “kirchnerismo” es estatista, el peronismo real sería “liberal”.
Como en la época de Menem-Cavallo, menos la corrupción y más las reformas de
segunda generación que nunca se hicieron, principalmente por la salida de
Cavallo del gobierno.
¡Es tan fácil para los gorilas de
toda la vida, aquellos que siempre odiaron al peronismo, o por radicales o por
conservadores liberales celosos de sus privilegios asaltados por la mayoría
pobre y de color, atacar hoy al “kirchnerismo” no como tal sino como si
expresase una encarnación genuina y legítima del peronismo! ¡De un peronismo
que los odia, y no de un peronismo real que es igual a los radicales en su
republicanismo y a los liberales en el uso del mejor instrumental económico
disponible! Y así se mueven, gorilas y “kirchneristas” como los dos polos
complementarios de un mismo imán. ¡No sabrían qué hacer el uno sin el otro! ¡Se
dan cuerda mutuamente! Y en el medio, como siempre, el peronismo real. Ese que
a ambos grupos les conviene que desaparezca.
Pero el peronismo real también carga
con una culpa: la de la falta de energía, de capacidad sostenida de lucha, de
asunción valiente de las nuevas condiciones del siglo XXI, de explicación
frontal al pueblo acerca no ya de cómo son las cosas, sino de cómo se
solucionan. El peronismo real también carga con la culpa de la cobardía y el
oportunismo: la de Menem aliándose con el “kirchnerismo” para salvar su
pellejo; la de Scioli no plantándose a tiempo; la de Massa rompiendo con un “kirchnerismo”
al que adhirió sin problemas por una larga década sólo para ser ahora un mejor socialdemócrata
junto a Lavagna y Duhalde; la de una larguísima lista de diputados y senadores
que están donde están gracias al pueblo peronista y al cual le han dado la
espalda sin la menor vergüenza.
Y están los otros, los que han hecho
el esfuerzo de permanecer inalterablemente apartados del “kirchnerismo” y
fieles a las mejores ideas del peronismo, como muchos sindicalistas, entre
ellos Jerónimo Venegas, gobernadores, como José Manuel de la Sota, y muchos
otros que no ocupan demasiado espacio en las primeras planas ni en los
programas de televisión, y que sin embargo son la reserva más legítima y real
de un peronismo que, a pesar de todo, continua vigente y vital en la memoria y
la voluntad de muchos.
No hay mucho más para decir. Sólo
que ese espacio vacío que la ciudadanía desesperanzada percibe en el horizonte
político—ningún líder realmente creíble y coherente con ganas, chances y equipo
para liderar y administrar bien el país—se corresponde con el espacio que el
peronismo real no ha podido ocupar en los últimos trece años. Porque le robaron
el partido, porque la justicia apañó el robo, porque los dirigentes posibles perdieron
entonces su espacio de pertenencia donde competir y presentar sus propuestas,
porque la Argentina es así, un país con demasiados ladrones y con mucha buena
gente sometida y callada que sufre y no sabe ni cómo ni dónde reaccionar. Los
peronistas reales están entre esta buena gente. ¿Harán algo más?
No sabemos. Ojalá que sí.
Y si no hacen, que Macri tome la
posta de lo que el peronismo se dejó quitar.
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