Con el gobierno de Mauricio Macri
muy bien encaminado en todas las áreas y con el peronismo en proceso de
reorganización, la Argentina puede aún tener algunas incógnitas acerca de su
política interior que continúen desvelando a la mayoría de los observadores. Ya
por una lamentable falta de convencimiento acerca de la capacidad e intenciones de un
Macri ahora presidente o por una falta de conocimiento profundo del peronismo,
estos dilemas atrapan la atención política y la atención pública en desmedro de otros temas estratégicos
que merecerían mayor atención. Por ejemplo, el posible rol argentino en el
continente.
El abandono de un pensamiento
continentalista en la última larga década se debe a una infeliz coincidencia de
las políticas exteriores del Presidente Obama y del anterior gobierno
argentino, uno francamente desinteresado de América Latina, el otro sólo
interesado en las alianzas ideológicas en América Latina y totalmente
enemistado con los Estados Unidos. Durante estos años, Estados Unidos pensó en
la región sólo para completar una idea cuyo centro de interés está basado en
Asia (Acuerdo Comercial Asia Pacífico, que incluye a países americanos de la
costa del Pacífico, omitiendo al resto) o por motivos ideológicos, como fue el terminar
amigablemente el viejo conflicto con una Cuba lista para el cambio. Ni los
Estados Unidos ni la Argentina, aún estando ambos con grandes necesidades de
crecimiento y expansión comercial, han planteado todavía la necesidad de volver
a explorar la antigua idea del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas),
abortada tanto por la distracción de los Estados Unidos en Medio Oriente después
de los ataques de Septiembre de 2001 como por la humillación a la cual los
presidentes Chávez y Kirchner sometieron al presidente de los Estados Unidos George
W. Bush en la 4ta.Cumbre de las Américas en Mar del Plata en 2005.
Que todo el proceso del ALCA haya
llegado vivo, incluso con un Estados Unidos en guerra, hasta 2005, y que haya
terminado en esa ocasión con la afrenta de la Argentina a su huésped, dice a
las claras el rol que la Argentina tiene en el continente. La Argentina sirve
para adelantar proyectos, como la firme adhesión al ALCA de la administración
Menem-Cavallo, o para sabotearlos y hundirlos, como se verificó durante las
tres administraciones Kirchner. La Argentina es y será siempre el gran país del
sur de habla hispana, el potencial socio preferido de los Estados Unidos para
abrochar un proyecto que incluya al total de un inmenso continente dominado por
países de habla hispana.
El ALCA, si bien adquirió desde su
inicio un marco de desarrollo comercial, ha tenido todas las dificultades que
le conocimos no sólo por ser un acuerdo comercial sino por ser, en su raíz, un
proyecto político. La unión de los países americanos en un proyecto de
integración común bajo un obvio liderazgo del más poderoso de los países americanos
(¡y del mundo!) nunca podría haber sido un proyecto fácil de llevar a cabo. Las
resistencias en los mismos Estados Unidos a un futuro avasallamiento por parte
de los estados latinoamericanos, con un crecimiento demográfico superior y una
constante presión inmigratoria en la frontera con México se han sumado siempre
a las resistencias “antiimperialistas” de muchísimos países americanos—entre ellos,
la Argentina—enquistados en viejas ideas
acerca del mundo.
Hoy, sin embargo, la necesidad puede
hacer que ambas perspectivas cambien. Estados Unidos, quizá más fácilmente con
una administración republicana, puede darse cuenta de que al sur de sus
fronteras tienen mucho por hacer en el campo de la ingeniería y los servicios y
que la inmigración puede cambiar de signo en la medida en que las condiciones
de vida del sur cambien—mejor infraestructura de agua potable, cloacas,
electricidad y vías de comunicación, que a la vez generarán más trabajo y
negocios locales. Los países americanos temerosos del poderío de los Estados
Unidos quizá perciban—con un poco menos de orgullo herido y más de oportunismo
prágmático—qué suerte tenemos de tener
en el continente y como potencial socio al país tecnológicamente más avanzado
del mundo.
El proyecto de ir armando una
sociedad política de países americanos, país por país, e ir hilvanando
asociaciones comunes para subproyectos precisos y bien definidos está pendiente
como tema central de las relaciones exteriores argentinas. Este es un año
electoral en los Estados Unidos, por lo tanto un año con muchos vaivenes y
sorpresas posibles. Es el tiempo perfecto para crear relaciones estrechas con
quienes participen de la idea de negocios comunes en el marco de una futura
gran asociación política, cultural y comercial. Lo que fue, puede volver a ser.
Si se piensa por un segundo dentro de qué condiciones políticas el proyecto del
ALCA tuvo que ser abandonado, se verá claramente por qué hoy vuelven a darse
las condiciones para relanzar un proyecto del mismo estilo o, incluso, el
mismo.
2016 es un año para los visionarios
y también para los constructores de mundos nuevos a largo plazo.