Desde un punto de vista liberal, nos cuesta perdonar al
Presidente Macri por su falta de resolución rápida de la economía, aunque
siempre está a tiempo de mejorar su caudal electoral con una presentación de su
próximo ministro de economía y el plan de convertibilidad que, aceptando el carácter
bimonetario de nuestro país, permita una rápida baja de las tasas de interés y
un control eficaz y final de la inflación,
Desde un punto de vista peronista, luego de la incorporación
de Miguel Ángel Pichetto a la fórmula, sólo podemos reprocharle una cierta
falta de convicción en lo que el peronismo no incluido en el Frente de Todos,
puede aportarle, sobre todo si dejase de insistir con la falsedad de los “70
años” de mal manejo de la economía, un lapso que no sólo incluye a un Perón al
que hay que rescatar por otros motivos, sino al exitoso período de estabilidad
macroeconómica de Menem-Cavallo.
Desde un punto de vista independiente y escéptico, sólo
podemos, sin embargo, sobreponernos a la decepción y no auto-engañarnos con la
ilusoria promesa del regreso de un kirchnerismo “bueno”, negando en éste el
rumbo opuesto por definición en la presencia de Cristina Kirchner en la
fórmula. Nadie quiere tropas o inteligencia cubana actuando en la Argentina
como lo hacen en Venezuela para blindar a Maduro, y tampoco la “sobreprotección”
rusa o china de nuestros aparentes intereses.
A pesar de los reproches, desde un punto de vista general, que incluye a
liberales, peronistas, radicales, e independientes, uno sólo puede agradecer al
Presidente Macri que haya mantenido su promesa de integrar a la Argentina al
mundo, de trabajar mejor por la seguridad y la inclusión de todos los
argentinos en la red de servicios públicos, y de, a pesar de su poca habilidad
para lograr resultados, rescatar la idea general de una economía libre, que
ayude también a nuestra integración en el mundo del comercio internacional. Es por
eso que, lejos de castigar al Presidente Macri con un voto negativo o desdeñoso en su
misma inexistencia o, peor aún, desplazado hacia la oposición como forma de
resaltar la protesta, muchísimos argentinos que no lo votaron en las PASO, lo
votarán esta vez.
Conscientes de que todo se puede mejorar, de que no todo
estuvo mal hecho pero, por sobre todas las cosas, de que hay que preservar la
opción de una Argentina viable, una Argentina que pueda permanecer e influir en
el G-20 con la frente en alto, y una Argentina dispuesta a luchar por su
crecimiento y por el desarrollo de su postergado pueblo en igualdad, los
argentinos decididos a que no nos roben nuestro futuro, votaremos por Macri-Pichetto.
Protegeremos así el rumbo, allí hacia dónde más de la mitad de los argentinos
con libertad de elección podemos ir: hacia una Argentina democrática e
integrada al mundo, hacia una economía libre y con igualdad de oportunidades.
Los que aún quieren seguir marcando el juego—con buenas
razones para ello—cortarán boleta y, marcando el claro rumbo que señalan Macri
y Pichetto, los votarán como presidente y vice para asegurar el balotaje y el
rumbo, y marcarán su diferencia con los diputados y senadores nacionales allí
dónde se los elija en la misma oportunidad. No hay ningún motivo, en este
reñido balotaje, para que nadie pierda su voto con Lavagna, Espert o Gómez
Centurión que están allí sólo en forma testimonial y para identificar a sus
poco conocidos diputados y senadores. A esto lo llamamos voto útil, y en este
caso, no es sólo útil para asegurar una mayoría que pueda ir al balotaje sino
útil también para marcar el mismo rumbo de libertad e integración al mundo que
esos candidatos quieren, tanto o más, en algún caso, que los mismos Macri y
Pichetto. Sus diputados y senadores los representarán.
El voto al Frente de Todos es, para todos aquellos que
tienen claro el rumbo general de la Argentina, un voto ilusorio—¡de que los
Fernández puedan ser los nuevos Menem!—cuando no un voto desesperanzado a la hora
en que cada voto cuenta para hacer la diferencia en el otro sentido.
Lavarse las manos y no votar o votar en blanco o votar por
cualquier candidato ignoto como broma para marcar el escepticismo, es cuando
menos suicida, si no se reconoce que lo que está ahora en juego no es el juicio
sobre la gestión de Macri, sino el rumbo y el destino final de la Argentina.
El domingo 27 de octubre, la Argentina no estará en las
manos de sus dirigentes sino en las manos de los argentinos, en especial de
aquellos que tienen la libertad de elegir en nombre de aquellos que, presos de
sus necesidades y de su incomprensión de qué les puede en definitiva brindar un
país libre y una existencia digna, votarán por lo que creen será un alivio
inmediato aunque vuelvan a sufrir después.
Al igual que sus dirigentes que aún deben mejorar muchísimo,
la Argentina será lo que deba ser gracias
al voto de una nueva mayoría que tenga el rumbo claro, y si no, no será nada.