Por suerte, un Milei se da cuenta de que la principal preocupación de la gente es la inflación y pone el tema sobre las mesas de dirigentes y periodistas, hasta ahora más entretenidos en otras cuestiones.
Por suerte, existe un Melconian que también se da cuenta y trabaja con un equipo en la Mediterránea para estudiar el cómo, si convertibilidad o dolarización.
Por suerte, aparecen los dirigentes retrógrados que inmediatamente atacan la convertibilidad o la dolarización como medidas “neoliberales”, mostrando a la vez confusión e ignorancia, y trazando una clara línea divisoria entre los que proponen una solución real para la inflación y los que todavía no entienden de qué se trata.
Por desgracia, en el gobierno—en sus tres líneas, la presidencial, la kirchnerista y la massista—tampoco se tiene clara la diferencia entre una política económica liberal, que los social demócratas, por ejemplo, podrían discutir con argumentos de cierta lógica, y una política de estabilización de la moneda, que debería ser YA una aspiración nacional de liberales, presidencialistas, radicales, cambiemistas, massistas y kirchneristas, sin distinción de ideologías o pertenencias partidarias.
¿Se puede hoy con pocas reservas estabilizar la moneda? Por qué no, si están primero la comprensión de que es imprescindible hacerlo y después la decisión.
En vez de intentar imponer impuestos prepotentes sobre bienes no declarados en el exterior—que no están declarados precisamente por la inestabilidad de la moneda y la costumbre confiscadora de muchos gobiernos, el último el de Duhalde—se podría hacer una colecta voluntaria, tomar un préstamo e incluso sugerir a los Kirchner que hagan un aporte importante en este sentido, ya que muy posiblemente, serían también afectados por los fondos no declarados en el exterior.
El gobierno, por falta de claridad conceptual y sentido de la oportunidad política, se está perdiendo el liderar esta batalla nacional: la de la lucha por terminar con la inflación cambiando y sanando la moneda.
No tiene equipos para hacerlo pero puede contratarlos: allí están, a la vista de todos, ¿para qué esperar dos años desangrando el país por ceguera?
El peronismo tiene además tras de sí una corona de laureles en relación a la lucha contra la inflación: la batalla ganada durante diez años por el equipo Menem-Cavallo.
Esa perfecta combinación peronista- liberal que hoy debería inspirar al gobierno en vez de dejarlo hundirse en el barro de los errores de interpretación económica habituales.
La vicepresidente citó en su despacho al embajador de los Estados Unidos. ¡Bien por ella! Es hora de desandar el camino equivocado.
El presidente debería imitarla y redoblar la apuesta y llamar a Milei y a Melconian—¿y por qué no a su viejo amigo Domingo Cavallo para asesorarlos a todos?—y estudiar ya mismo un inmediato plan monetario.
¿Por qué no? El poder político que hoy falta llegaría con sólo anunciar el proyecto y embarcar a todos en la reforma monetaria.
Con el tiempo, se podría discutir el resto, cuán abierta debe estar la economía, el cómo de las reformas laboral y sindical, pero la moneda...a nadie le conviene esperar.