Si contamos bien la historia de los últimos veintitantos años
de la Argentina, veremos que la paulatina decadencia hasta llegar a la terrible
situación actual tiene un solo origen: la destrucción por el mismo peronismo de
su extraordinario éxito en los años 90.
Si no se entiende esto, no se entenderá tampoco por qué
hemos llegado a esta final opción entre Massa y Milei para ver quién es el más
apto para enderezar el rumbo torcido en 2002 por Duhalde primero y mantenido en
curso hasta el presente por el kirchnerismo.
Si no se entiende entonces que estamos frente a una
suerte de interna final de un peronismo disperso listo para reunirse bajo una
nueva conducción y un nuevo rumbo, no se entenderá tampoco que solo una correcta
actitud de ambos candidatos, disminuyendo la desconfianza del electorado, resolverá
del modo menos traumático el hoy postergado destino argentino.
¿Qué puede aportar cada uno de los candidatos?
En principio y por sí mismos—sin mirar las alianzas temporales
que ambos puedan hacer para juntar más votos—parecen las dos caras de la misma
moneda peronista liberal que logró la unidad nacional, el fin de inflación y
una década de crecimiento y prosperidad para los argentinos: Massa hoy como el
aspirante a ser un jefe absoluto del peronismo tal como lo fue Menem y Milei,
con el mismo perfil liberal de Cavallo aunque sin los equipos de la Mediterránea,
ahora libres, sin embargo, como fue la intención inicial para quien resulte el
próximo presidente.
No es una casualidad que ambos candidatos hayan mostrado
una afinidad al competir con Juntos por el Cambio: se trataba de ganar a la
coalición que, desde un comienzo, se equivocó al querer hacer un cambio liberal
con el radicalismo y no con el peronismo.
Como ya demostraron Menem y Cavallo, no hay posibilidad
de un programa liberal exitoso sin el apoyo de los trabajadores, o sea, del
peronismo y sus organizaciones sindicales, a las que hoy se suman los movimientos
sociales resultantes del empobrecimiento anti-capitalista del kirchnerismo.
Massa entonces debe reforzar su liberalismo económico,
explicando además por qué este es no solo necesario para asegurar el
crecimiento, sino que es compatible con la promoción y protección social de
trabajadores a través de nuevos instrumentos.
Milei, por otra parte, debe revisar su idea acerca de la
justicia social. La que hoy manifiesta es incompatible con el peronismo y, si
ganase, haría imposible su gobierno. La gran fortaleza de Cavallo fue la de entender
siempre al peronismo y facilitar así la tarea de Menem para promover las
reformas.
La gran prioridad de la Argentina es eliminar la
inflación, terminar con las políticas anti-mercado y anti-crecimiento del
kirchnerismo y transitar el cambio en paz, con una adecuada y concentrada atención
de la mitad de argentinos hoy pobres.
Si el lema de Milei para ganar a Massa es “Terminar con
el kirchnerismo”, más que oponerse a Massa lo fortalece, ya que comparten la
consigna. Massa, para ser el presidente eficaz y moderno que quiere ser, como
peronista tiene que hacer algo mejor con el kirchnerismo remanente: conducirlo
y enderezarlo para que, efectivamente, sus errores terminen para siempre.
Los nuevos socios de Milei, naturalmente, le cambiarán el
libreto y dirán “Terminar con el peronismo”. Y cambiarán así, también, al Milei
que creció por ser el único valiente en reivindicar el exitoso gobierno
peronista de los 90.
Massa tiene, a su vez, que mostrar al liberalismo en su
conjunto cuál será su programa económico y quiénes integrarán su equipo y dar
así una clara señal de que será el mejor
candidato para hacer las reformas liberales en paz y con la colaboración de los
sindicatos.
El peronismo y el liberalismo ya lo hicieron juntos una
vez. Pueden repetir la hazaña y mostrar a quienes todavía no comprendieron, que
la verdad de un país dividido nunca está en un solo lugar.
Tampoco el éxito, si no es compartido.