En las próximas elecciones porteñas, el peronismo liberal es el gran ausente.
Incapaz durante dos décadas para rescatar el PJ de las
manos del kirchnerismo, refugiado en Juntos por el Cambio, ilusionado vagamente
con Milei y pronto decepcionado ante un proyecto sin conexión con la justicia
social y con modales revolucionarios atrasados, ya que la revolución liberal
fue hecha por Menem y Cavallo hace tres décadas, el peronismo liberal permanece
ahora paralizado al haber perdido la oportunidad de rescatar esa revolución propia
y haber permitido que Milei arrebatase su discurso.
Hoy se abre, sin embargo, un espacio para terminar con
esa invisibilidad y comenzar a recorrer el camino que nunca se debió haber
abandonado. Cuando Miguel Ángel Pichetto integró la candidatura presidencial
junto a Mauricio Macri se sentó un importante precedente. Si bien la fórmula
presidencial no alcanzó a ganar, dejó en claro que el PRO debía, si realmente
quería constituir una amplísima mayoría, incluir a ese peronismo sin hogar pero
intensamente afín a la propuesta republicana y liberal y con una ventaja: el
acceso emocional y doctrinario a los trabajadores y a los informales y desocupados
con voluntad de trabajar y ascender.
Hoy, con el rumbo económico liberal aceptado por una
amplísima mayoría y ya encaminado por el actual gobierno, se precisa una
alianza de centro liberal que una todos los fragmentos dispersos de los
diversos liberalismos en un proyecto liberal calmo, sin estridencias y con
modales ejemplares—en lo personal e institucional—para poder dar a esa hoy
inmensa mayoría de pobres sin educación ni trabajo, un primer horizonte de
esperanza junto a un modelo de referencia que los incluya explícitamente.
El gobierno actual puede proveer un camino fiscal
virtuoso y quizá una inflación baja con una moneda estable pero poco más. Ese
es su rol a cumplir en los dos años y medio de gestión que le quedan. La
inversión privada solo aumentará si el proyecto de país incluye calidad
institucional y humana. El personalísimo proyecto de poder de Milei y el modelo
anarco-capitalista de poco sirven a la hora de recuperar lo perdido: la inmensa
clase media de trabajadores educados, la que Perón supo construir en menos de
diez años y que sobrevivió a todo, menos a la destrucción sistemática del
kirchnerismo.
El PRO, el radicalismo, el peronismo liberal y el resto
del centro liberal tienen así hoy la oportunidad de ir construyendo una nueva
gran alianza que una el liberalismo tradicional y los partidos populares, con
una clara vocación de rescate inteligente de lo que supo hacer de la Argentina
un país líder en América Latina.También un país digno de estar en el G-20,
donde se llegó, hay que recordarlo una y otra vez, gracias a Cavallo y Menem.
En estas próximas elecciones porteñas, el peronismo
liberal puede y debe hacerse visible una vez más junto a Mauricio Macri y el
PRO, a título testimonial y para ir construyendo las bases de una nueva alianza
formal.
Es importante apoyar a quien hoy lidera la fuerza más
sobresaliente del centro liberal y a sus candidatos para comenzar esa
reconstrucción con los suficientes votos.
Marcar ese espacio de centro liberal con la figura
presidencial con más prestigio y trayectoria para superar al hoy discutible por
insuficiente proyecto del gobierno actual. Prepararse para reunir la nueva
camada de dirigentes del centro liberal y organizar los cuadros para una
efectiva y eficiente reconstrucción de la Argentina.
El peronismo liberal tiene aún su lugar en la historia. La
comunidad desorganizada lo espera. ¿Y qué mejor momento para comenzar a organizarla
que este, apoyando y reuniendo a los líderes afines con un objetivo común?