jueves, junio 07, 2012

EL PESO, EL DÓLAR Y EL MUNDO

(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)

En estos días parece que sólo importa el dólar, se vuelve a hablar de pesificación, y no sólo por boca del gobierno, ya que también reaparecen alegres en los medios los ministros de Duhalde, Remes Lenicov y Lavagna, para recordarnos—¡deberíamos recordar!–que todo este caos comenzó con ellos, en el 2002. Ellos trajeron la falta de confianza en la moneda, la inevitable desinversión ocurrida tras el quiebre de los contratos privados y el default, el falso superávit fiscal consecuencia de la avivada de no respetar a los acreedores, y la igualmente inevitable inflación, consolidada por los Kirchner tras la conversión del Banco Central en emisor de moneda sin respaldo. Estas reglas, las de Duhalde continuadas por los Kirchner, sacaron a la Argentina del mundo, donde Menem y, muy específicamente, Domingo Cavallo la habían instalado, hasta dentro del G20 donde hoy seguimos porque el mundo espera que algún día terminemos con esta locura y volvamos a ser lo que fuimos.

Si de lo que tenemos entonces que hablar hoy es de moneda, no podemos hablar de la ficción del peso, que no cumple las condiciones reglamentarias y si el dólar está prohibido: ¿cómo hará entonces la Argentina para volver a ese mundo que abandonó en 2002 y al que se ha conformado con visitar de tanto en tanto, y, a partir de 2008, hasta dándose el lujo de mostrar un cierto desprecio por éste, también en dificultades?

En realidad, no se trata del peso, ni siquiera del dólar. Hay una idea que hay que incorporar antes y es que la economía global llegó para quedarse. Los países que pretenden tener algún futuro deben tener mucho cuidado en comprender esto y en cumplir con las reglas elementales del comercio global. Se equivocan quienes, a raíz de la crisis de 2008 en Estados Unidos y, más recientemente, de la crisis europea, opinan que la globalización fracasó y pretenden volver a los nacionalismos de fronteras cerradas con parámetros económicos de moneda e inflación distorsionados. La primera etapa de la globalización se agotó, en tanto no tenía aún regulaciones globales coordinadas, tanto en lo financiero como en las manipulaciones nacionales de moneda, y ahora no asistimos a su fin, sino más bien a la transición hacia la segunda etapa, en la cual las reglas de libre mercado serán las mismas, pero acompañadas esta vez por nuevos acuerdos globales consensuados.

Recomendamos vivamente la lectura del libro recién publicado “The Unfair Trade” de Michael Casey, periodista de The Wall Street Journal, que desmenuza con gran valentía y sin prejuicios los mecanismos y dificultades de la globalización, y como éstos han sido vividas por los trabajadores y empresarios de todo el planeta. Desarma, uno por uno, los habituales clichés y desmonta las ineficaces soluciones que tanto la izquierda anti-globalista como la derecha de las finanzas persisten en repetir, sin atender creativamente a lo novedoso del escenario global. Señala lo nuevo: la necesidad de una solución global y coordinada de los problemas globales que, lo queramos o no, nos tocan a todos. Lo que cada nación aporte, cuenta. Y lo que la Argentina haga en este momento especial de su historia, cuenta no sólo para el mundo, sino para sí misma y de modo muy especial. Puede elegir entre saltar otra vez a la vanguardia de Latinoamérica o caer en una degradación aún más profunda, por la persistencia en el error.

Dentro del enorme atraso conceptual en que la dirigencia local –del gobierno o de la oposición—se maneja, es difícil sugerir que se piense primero en el mundo que nos va a comprar nuestra producción y que nos va a vender lo que precisemos para ser mejores, y, desde ahí, construir una política eficaz para la Argentina. Eso es, sin embargo, lo que deberíamos estar haciendo ya mismo, para entender cuales son las políticas que más nos van a ayudar a crecer en forma estable y duradera y permitir así el genuino ascenso de toda la población a una saludable, educada y próspera clase media.

Estamos además en un momento político único, en el cual los deseos del peronismo más genuino se abrazan a los más antiguos ideales del liberalismo, simplemente porque el hoy el mundo es uno y la Argentina, parte de él. Discutir políticas y construir alianzas no debería ser tan difícil para los que tienen este talismán en la mano.