viernes, julio 06, 2012
EL PAÍS FANTASMA
(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com )
Mientras vivimos en el país real, atormentados por un gobierno real, sorprendidos día a día por una oposición hipnotizada por la mirada de la serpiente, un país fantasma nos llega en olas de recuerdos y deseos y nos cubre, y dudamos a veces si como amoroso abrazo o como mortaja de lo que ya nunca será.
El país colonia informal de Inglaterra que, en consecuencia, estuvo hace más de un siglo a la par de Canadá y Australia, con sus logros de progreso material y oportunidades para los inmigrantes que comenzaban a formar una clase media. El país de Perón, que incorporó revolucionariamente a los postergados y en menos de diez años los incluyó en esa clase media multicolor que fue la envidia de toda América Latina. El país más reciente de Menem y Cavallo, que unió la economía liberal al progreso social y, aún dentro de las limitaciones, pareció retomar lo mejor de los dos caminos históricos de la Argentina.
Imágenes acumuladas de bienestar y riqueza compartidos, aún con la queja de un cierto provincianismo y atraso en muchos aspectos de la vida nacional, nos traen también la añoranza de un orden pasado, en los tiempos en que las fuerzas de seguridad cumplían sus objetivos específicos sin finalidad política y avivan también el persistente deseo de lo que en realidad no tuvimos en casi ningún período de nuestra historia, instituciones respetables y respetadas. El país fantasma convoca también nuestros sueños de justicia y de ese postergado federalismo que, intuimos, logrará una nación con un crecimiento parejo, con trabajo, vivienda, educación y salud de calidad equivalente en todas las provincias.
Aún cuando nos resignamos al horror cotidiano y nos empecinamos en negar nuestras imágenes, creyendo que son sólo producto de nuestra fantasía, el país fantasma, como el padre de Hamlet, vuelve para reclamarnos. El trono ha sido usurpado, matando tanto al país que fue hasta no tanto tiempo, como al que debería haber sido continuando la senda de su mejor destino. El país fantasma nos recuerda que no habrá paz en el reino hasta que no se restablezcan la legalidad y lo perdido.
El país fantasma, puro espíritu frente a lo concreto de la realidad, tiene un poder de presión colectiva que no es medido en las encuestas, porque nadie mide el tamaño de los sueños y las esperanzas basadas en un pasado exitoso, tan contundente y real como el fracaso del presente. Tampoco nadie calcula como este país fantasma opera en la mente y voluntad de los dirigentes que tienen en sus manos el poder de revivir el muerto. Hubo un Menem que, por letra de Gustavo Béliz, exclamó en el Congreso en 1989: ¡Argentina, levántate y anda! Y, con la reorganización económica de Cavallo, la Argentina se levantó y anduvo por una respetable década, hasta que la duda en sí misma, en un momento de crisis, volvió a llevarla al cementerio.
El país fantasma hoy habla a los gobernadores sometidos no se sabe por qué a una dictadura centralista, como si la Constitución que nos rige dijera eso y no exactamente lo contrario. ¿Embrujados por la imagen de una reina a la cual los varones argentinos le otorgan inconscientemente una autoridad de madre? Es cierto, después de mucho cavilar, Hamlet hizo finalmente justicia –madre incluida—pero dejó también su vida. ¿Vale la Nación el sacrificio de una carrera política? El país fantasma, con su valor supremo de justicia y reclamo de la vida suspendida que pugna por continuar, dice que sí. El gobernador que no piense en su propia carrera presidencial y que se anime a liderar la inevitable liga de gobernadores necesaria para compartir y ejercer el poder y orientar a la Argentina hacia su mejor camino, será el protagonista y artífice del nuevo episodio del renacimiento nacional. Como Hamlet, que haga y deje a Dios hacer.