(publicado en http://peronismolibre.wordpress.com)
Con el reciente lanzamiento de su think-tank
de cara a las elecciones 2015, Daniel Scioli vuelve a suscitar curiosidad en el
amplio electorado peronista liberal, que ya lo había descartado a favor de
Mauricio Macri y otros peronistas anti-kirchneristas como José Manuel de la
Sota y Sergio Massa. En la Fundación DAR, presidida por el hermano del
Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Pepe Scioli, y con sede en la sucursal Banco Provincia del
microcentro porteño, dos reconocidos y muy serios economistas como Mario Blejer
y Miguel Bein tendrán a su cargo el estudio y lineamientos de la futura economía.
Otras áreas permanecen aún sin definir pero Gustavo Marangoni, presidente del
Banco Provincia y gran comunicador de Scioli, ha comenzado a informar acerca de
las ideas centrales que definirán la gestión Scioli, de ganar éste las
elecciones presidenciales. El mismo Scioli ha salido también a demarcarse de
Mauricio Macri, su principal competidor en el amplísimo espacio del peronismo,
resguardando para sí la porción del kirchnerismo que puede aún favorecerlo.
El sciolismo, por ejemplo, hace un
punto de defender las privatizaciones de
las AFJP y de YPF—evitan hablar de Aerolíneas Argentinas—definiendo así los límites
de su proyecto, que lejos de enmarcarse en un peronismo liberal al estilo de
Menem, corregido y perfeccionado, parece sentirse más cómodo en un encuadre
duhaldista, con gran impronta del Estado. También, y a pesar de la probable
modernización de la macroeconomía hoy vigente, más cercano a la
socialdemocracia o al socialcristianismo—este último un nuevo aporte creativo de
José de la Sota que también ha comenzado en los últimos días a redefinirse—que al
esperado liberalismo que pueda crear el gran salto de inversión y productivo
que la Argentina precisa.
En forma paralela a estas
definiciones, es notable ver cómo la mayoría de la sociedad argentina sigue
entrampada en sus viejos anhelos y esperanzas de un estado medianamente capitalista
con intensa presencia del Estado en importantes áreas productivas y escasa
presencia de la inversión privada en áreas tradicionalmente reservadas al
Estado, aún allí donde ha fallado sistemáticamente, como educación, salud y seguros.
No deja de ser llamativo,
igualmente, comprobar que en el peronismo—liberal o socialdemócrata o
socialcristiano—poco se ha hecho para redefinir en forma positiva y altamente
productiva para trabajadores y empresarios el rol de los sindicatos, a pesar de
que los sindicatos son el único capital contante y sonante del trabajador y
merecerían que algún peronista hiciera el esfuerzo de insertarlos correctamente
en una economía altamente liberal. Si el peronismo no es básicamente a la vez el
movimiento sindical y productivo, entonces, ¿qué es? El pasto diario de las
izquierdas, como en la actualidad, nunca más lejano a su esencia y razón de
ser.
La Argentina tiene muchísimas
necesidades insatisfechas y los votantes una muy pobre formación política y
escasa reflexión sobre el modo genuino y duradero de satisfacer estas
necesidades. Un 54% en la última elección presidencial a la peor de los
candidatos, no sólo por su ideología altamente inservible para el país sino por
su total inexperiencia de gestión, avalan la conclusión anterior. Desde 2011
hasta ahora se ha avanzado mucho en la conciencia republicana, en la lucha
contra la corrupción y en la defensa de las instituciones, en particular, el
Poder Judicial, pero no hay ninguna novedosa conciencia acerca de la economía,
en todos sus matices posibles, más allá del elemental concepto de que la emisión
para paliar el gasto fiscal crea inflación. Hay mucho para decir al respecto
para despertar la imaginación colectiva y para calmar la ansiedad que algunos
de los aspectos más negativos de la extraordinaria revolución económica de los
años 90 dejó en la población como duda y rechazo.
Si Scioli despierta algún interés
por su misterio--¿qué salto dará cuando ya no dependa del kirchnerismo sino de
los votos que pueda conseguir?—también crea una sensación de amargura cuando
todo el enorme campo de lo posible que tiene delante es desdeñado para atarse
mediocremente a aquello que nunca va a ser demasiado cuestionado, discutido o
rechazado. El peronismo siempre fue revolucionario y jamás conformista.
Es muy posible que esa misma
opacidad sea la que atraiga a una gran mayoría de actores económicos y mediáticos,
que verán en un tibio candidato reflejadas sus propias indefiniciones y cobardías—ampliamente
exhibidas durante todo el reinado de los Kirchner—pero a la larga sólo
perjudicarán las posibilidades del gran e intensivo cambio que el país precisa,
después de tanta destrucción sistemática.
Los argentinos deberemos decidir si
preferimos un camino cansino hacia un destino mejor o si exigimos a nuestros
posibles líderes mejores y más afinadas definiciones para un salto certero y
exitoso al futuro. Existe una buena porción de argentinos lúcidos y con coraje
decididos a llevar las discusiones electorales más allá del republicanismo y
renovado respeto por las instituciones y a poner el acento en el cómo y por qué
de una nueva economía liberal. Ellos y no la hoy mediocre y decepcionada multitud,
son los que cambiarán el eje de la próxima elección y crearán el nuevo
liderazgo, obligando a los actuales líderes a superarse y refinar su propia
apuesta.