La pobreza en la Argentina existe sólo por la enorme desorganización
del país, por la haraganería en pensar en cómo solucionar los problemas, y por
la escasa voluntad de ejecutar con eficiencia.
El tema del aumento de pobres en las últimas décadas
aparece en forma muy insistente tanto en los discursos de campaña como en los
periódicos, radio, televisión, y, en menor medida, en las redes sociales. Sin
embargo, más allá de adjudicar los pobres a una política económica u a otra,
aún intentando diferenciar la complejidad del tema, poco se habla o se dice de
cómo comenzar a solucionar el problema.
El nuevo gobierno, del mismo modo que los anteriores,
debe hacerse cargo de un territorio con aproximadamente 13 millones de pobres,
es decir gente en condiciones de vida muy precarias, muchas veces sin una
vivienda mínimamente digna, sin trabajo, sin educación y sin servicios de
higiene o salud. Las soluciones que han aparecido son los planes sociales,
dinero entregado directamente a esas personas, o la promesa de que las condiciones
mejorarán cuando la economía crezca, haya más trabajos, etc. etc. Las opiniones
y promesas, ya todos las conocemos. Lo
que no vemos, frente a un problema de esta magnitud es la voluntad de encararlo
como un todo con una planificación adecuada que en unos pocos meses elimine lo endémico
de la situación e invente rápidamente una solución primaria que vaya
retroalimentándose hasta terminar con el problema y contar con 13 millones de
personas más sanas, medianamente educadas y con un oficio o profesión. Si se
trata de una guerra, como tantas veces se dice desde el Gobierno y la
oposición, ¿no haría falta entonces un plan militar a ser ejecutado sobre el
territorio que ocupa esa población? Es decir un plan semejante al que un
ejército de ocupación eficiente organizaría en un territorio amigo devastado al
cual se quiere ver progresar. Digamos, Alemania o Japón después de la Segunda
Guerra Mundial.
Sí, la
urbanización de las villas es el primer paso correcto, la creación de más redes
de agua y cloacas que aquí y allá acompañan el proceso, también. Pero hace
falta mucho más: enmarcar estas buenas políticas parciales dentro de un plan
más general.
Cuando se piensa que si la economía mejora, la pobreza
disminuirá no se piensa bien, ya que se omite todo lo endémico de esta pobreza
y aquello que en primer lugar llevó a
esta situación: la desatención básica original
de algunos grupos de personas, a los que se fueron sumando inmigrantes de
países vecinos, creando así una inmensa masa de desatendidos que no ha dejado
de multiplicarse en el tiempo. ¿Cómo procedería un plan militar para crear
orden y seguro progreso al servicio de estas masas, por un lado, y al servicio
secundario del resto de la población que no tiene por qué padecer las
consecuencias de esta masa abandonada a sí misma(salvo por la limosna de los
planes) y sin organización? En primer lugar, a organizarla territorialmente, lo
cual supone un plan descentralizado con unidades que funcionen
independientemente de un plan nacional inspirador pero no ejecutor.
Las reformas necesarias para poder llevar a cabo este
plan son las siguientes:
1) Reforma
tributaria federal, de forma que los recursos no sean administrados a nivel
nacional—excepto aquellos que sean necesarios para asegurar la administración
específicamente nacional—y con la cesión equitativa de recaudación e impuestos
y capacidad de endeudamiento en los niveles provincial, municipal y—una novedad—las
unidades de rescate.
2)
Creación de las unidades de rescate, financiadas primariamente con préstamos nacionales
o internacionales a escala provincial o municipal. Cada unidad de rescate es
una entidad autosuficiente y cooperativa en la cual los participantes serán los
encargados de la construcción de viviendas, gestión de comedores, y diversas tareas
de mantenimiento y uso dentro del predio o territorio asignado, y obligados—todos—a
asistir a una escuela de formación básica en distintos niveles para niños,
adolescentes y adultos y a cursos breves de higiene y salud a impartirse en la
obligatoria sala de primeros auxilios de cada unidad. Las unidades de rescate pueden
funcionar dentro de barrios ya existentes que serán demarcados territorialmente
para fijar tanto la unidad como los residentes que pertenecen a ella y las
tareas que deben ejecutar.
3)
Registro nacional, provincial y municipal de personas en la pobreza de modo de
establecer el lugar y población de las unidades de rescate.
4) Eliminación
de los subsidios y planes nacionales, provinciales y municipales, y creación de
la tarjeta Pertenecer, a través de la cual cobrarán un sueldo por el trabajo
realizado en la unidad, y--esto seguiría como en la actualidad--la asignación
universal por hijo.
5)
Creación de una primera línea de créditos en el Banco Nación alimentada en
primera instancia con el dinero que actualmente se deriva a los subsidios. Estas
líneas de crédito serán alimentadas inmediatamente después con el ahorro y
recursos productivos de las unidades de rescate, con los impuestos de las
personas y actividades y negocios agregados a la economía general, con gestión
de financiación genuina en la banca privada, nacional o internacional, etc.
6)
Reforma laboral y sindical que permita que, lo que los afiliados a los
sindicatos puedan perder por leyes más flexibles, puedan ganarlo a través de la
cooperativización sindical de los seguros de desempleo y una economía más libre
no sujeta a abusos laborales y, por lo tanto, más móvil y creadora de empleos.
7)
Facilitar la colaboración entre las unidades de rescate y los sindicatos de
modo que éstos puedan ofrecer formación profesional y primera inserción laboral
con certificación formativa.
8)
Alentar a las cámaras de comercio e industria a crear planes de formación para
oficios en desuso que puedan ser rehabilitados como valor agregado (p.ej.
bordadoras para industria textil y de la moda; carpintería fina, etc.) y a
colaborar en general en la dignificación de todas las artes y oficios, en
particular los de alta demanda, como los servicios de enfermería, cuidado de
niños y adultos mayores, etc.
9)
Alentar a las cámaras profesionales a crear sistemas de promoción y becas para
aquellos jóvenes de las unidades de rescate que demuestren cualidades
sobresalientes para el estudio.
10)
Desalentar la inmigración desde los países vecinos hasta que nuestra economía
pueda absorberlos, y compartiendo este plan y técnicas de ejecución con esos
países de modo que ellos puedan absorber esos mismos potenciales inmigrantes.
Como todos los planes eficientes, el plan nacional de
creación de centenares de unidades de rescate en el todo el país, requiere un
comienzo fácil de ejecutar y sin demasiado costo, al cual puedan ir
agregándosele armónicamente las diferentes capas de pertenencia, cuidado,
formación y desarrollo:
1.
Registro de las personas que formarán parte
de estas unidades y definición y ubicación territorial de estas unidades.
2.
Rápida ubicación o creación de las escuelas y
centro de salud dentro de la unidad de rescate.
3.
Emisión y entrega de la tarjeta Pertenecer
con la respectiva identificación y bancarización de la persona y firma del
contrato con la unidad de rescate.
Este principio de organización pondría inmediatamente
en marcha el plan que este gobierno podría llamar, como lo hacía en campaña,
Pobreza Cero, integrando en modo simbólico a los 13 millones de pobres a un
camino de progreso.
Conseguir las leyes para las reformas
puede resultar un poco más arduo, pero no si las unidades de rescate se crean
por decreto en los niveles provincial y territorial, donde se pueden obtener
leyes locales que zanjen la posible lucha política en el Congreso Nacional.
Aunque, claro, quien tenga la iniciativa
y audacia para iniciar y liderar este plan, seguramente no carecerá de la
habilidad política para encontrar los socios que, más tarde, también se
beneficiarán con el progreso conseguido.