Perdidas las elecciones, con las imágenes de sus dirigentes en los puntajes históricos más bajos, el kirchnerismo eligió la estrategia de peronizarse, en la esperanza de poder, esta vez sí, predominar en el conjunto de variantes bajo un mismo denominador, incluyendo el PJ.
Como intención, por lo menos, ya anunció el presidente Fernández que en 2023 habrá internas en el tradicional partido, seguramente precedidas por afiliaciones masivas que lo revivifiquen y le pinten la cara de partido tradicional (esa que nunca debería haber perdido).
Queda por ver si este nuevo movimiento hacia una supuestamente democrática realidad es suficiente para devolver al PJ o Peronismo o Justicialismo su legítima personalidad, es decir, su carácter de lugar político de los trabajadores y de la producción.
¿Cómo debe ser hoy el
peronismo para ser eficaz?
Con este regreso no querido al peronismo, el kirchnerismo abre formalmente la siempre postergada caja de Pandora de la batalla cultural del peronismo.
¿Dónde está la línea liberal? ¿Quién se anima a expresarla y convencer a la comunidad de su brillante historia en los 90 y de su potencial para estos años y los por venir?
Al peronismo no kirchnerista no le queda más remedio que recoger el guante.
Esta vez no podrá huir, ni arrodillarse ni hacerse el distraído ante un kirchnerismo que, obviamente, luchará por imponer sus contenidos socialistas y estatistas en la economía, sus ideas poco convenientes acerca de la política exterior y sus ideas tal vez más tolerables de cierto progresismo en las costumbres que, como patrimonio de una generación, el peronismo puede absorber más fácilmente.
¿Cómo llevará adelante el peronismo no kirchnerista su batalla cultural?
Con el ojo puesto en el otro gran partido nacional, el radical, que toma para sí la tradición socialdemócrata que nunca abandonó, ni aún en alianza con Macri, lo que el peronismo genuino debería hacer es reclamar su mejor y más avanzada tradición.
Esa tradición de modernidad y de adaptación a los tiempos históricos de la globalización ya demostrada en los 90, haciendo suyo un liberalismo apto para el crecimiento y el bienestar.
Esa tradición que Duhalde interrumpió con su violencia institucional y contribuyó a cancelar durante estos 20 años de dominio kirchnerista, de domino anti-peronista, aunque muchos prefieran seguir considerado al duhaldismo y kirchnerismo como la única expresión del peronismo, negando el éxito peronista de los años 90.
Una Argentina
peronista
Falta volver a describir con claridad para peronistas y no peronistas, cuál es la mejor versión del país que el peronismo puede ofrecer: un país con las fronteras y el comercio abiertos a la inversión y al comercio, un país con un mercado libre con las menores trabas impositivas, un país tanto o más peronista que el del primer gobierno de Perón, con trabajadores protegidos en sus derechos en formas novedosas y compatibles con el mismo capitalismo que los beneficiará con la legalidad y mejores oportunidades de educación y trabajo.
UN proyecto muy semejante a de los 90, pero mejorado en nuevas posibilidades e instrumentos. El sueño hacia una Nación otra vez grande, incluso más grande, y con más oportunidad de felicidad para todos, en especial los que hoy no tienen trabajo o no están legalizados, y para todos los niveles de productores que hoy no tienen reglas claras de inversión ni crédito, en el marco de una democracia abierta y capitalista
De cara a 2023
El radicalismo y aliados, seguramente, conservarán su eterno lugar de representantes de las clases medias blancas profesionales, tibiamente capitalistas, y entusiastas del estado al estilo escandinavo.
Queda por ver, según quien predomine finalmente en el PJ, qué hacen el PRO y los libertarios.
Importa que se cree una coalición de partidos genuinamente liberal y que un partido popular y mayoritario forme parte de esta.
Importa y mucho, entonces, para la Argentina, que el peronismo no kirchnerista gane la batalla cultural y convenza a los peronistas.
Importa, además, que todos los argentinos tomen parte en la discusión y que revisen cómo sus fantasías izquierdistas, anticapitalistas e, incluso, anti-Perón, alimentaron el crecimiento del kirchnerismo.
Importa que los peronistas, cualquiera sean hoy sus creencias, entiendan la conveniencia de que el peronismo, como el otro partido mayor que ayer se entregó a la desidia ideológica y a la entrega sin batalla, abrace hoy con firmeza los postulados de una economía libre, para la grandeza de la Nación y la felicidad de su pueblo.
De cara a las elecciones presidenciales de 2023, el PJ recuperado por los peronistas liberales podrá ser parte de un frente con otras fuerzas liberales y con el PRO no radical.
O, los mismos peronistas, si aún inhabilitados para recuperar su partido, podrán una vez más irse a otra parte y demostrar, como lo hicieron en las últimas elecciones que creen en una economía libre y en una moneda estable.
Algo será cierto en todos los casos: la mistificación kirchnerista ya no tendrá otro lugar que el exilio o la muerte lenta en los despojos no recreados de un partido histórico que sus leales no supieron defender.