miércoles, septiembre 07, 2005

EL BOLSILLO QUE VOTA

En las próximas elecciones de octubre se volverá a escuchar, una vez más, para justificar el triunfo del gobierno o el de la oposición, la conocida frase del General Perón: “La víscera más sensible es el bolsillo” aunque hoy a menos de dos meses del evento no se pueda responder con certeza a la pregunta crucial: ¿se darán cuenta los argentinos de quién va a cuidar mejor de su bolsillo?

La sensación engañosa transmitida por el Presidente Kirchner y su ministro Lavagna de que todo está bien así y de que sería mejor para el bolsillo no innovar, no ha sido discutida con energía por la oposición y, peor aún, continúa siendo avalada por quien aparece hoy como el opositor de Kirchner, el ex Presidente Duhalde, inventor y duradero patrón de Lavagna. Si la actitud de tibio conformismo de la oposición continuase, en octubre el bolsillo sensible va a votar de modo conservador y por inercia, aunque no tenga mucha certeza de si es eso lo que le conviene y aunque tenga una cierta intuición de que es muy posible que comience a sufrir las consecuencias al poco tiempo. No se trata tanto entonces de la sensibilidad del bolsillo al presente como de la buena información económica que la oposición le ofrezca acerca del futuro.

El bolsillo, que como órgano sensible también tiene memoria, aún no ha terminado de organizar su recuerdo del cierre relámpago que le colocó Cavallo en diciembre del 2001 para evitar que un gobernador quebrado y sus amigos empresarios tan quebrados como él, le arrebatasen de un manotazo el contenido. Menos aún se ha recuperado de lo que estos ingeniosos ladrones en bancarrota inventaron, apoderarse del Estado para cambiar el valor de la moneda dentro del bolsillo, dejando en el dueño del mismo la confusa sensación de que el problema de la falta de plata posterior provino del cierre relámpago, también llamado corralito en las metáforas ganaderas o maternales.

La memoria emocional del bolsillo recuerda otras pérdidas de sus monedas, como las repetidas inflaciones y devaluaciones que culminaron en la famosa hiperinflación y recuerda también, aunque como en un sueño irreal, la solución duradera, estable y satisfactoria para la mayoría de los bolsillos, de la convertibilidad que vino a corregirla. Este memorial es así el más consultado por la gran mayoría de bolsillo magro y cuidadoso a la hora de decidir su voto. El bolsillo argentino, medio vacío o medio lleno, tiene también otras características a tener en cuenta, entre ellas una cierta bondad y nobleza que rechaza la mezquindad. Puede así ser también generoso y consumista, desprendido y siempre listo para vaciarse cuando se da cuenta de que no le va a resultar muy difícil llenarse. Y ahí está el punto: ¿cómo podría el bolsillo saber en este nuevo mundo global, con países que ya están en la modernidad, otros que aspiran a ingresar y otros que se niegan a ella, qué hay que hacer para llenarse en forma estable y duradera? El bolsillo es sensible pero no tiene memorias del futuro: esta vez tiene que pensar. Y, para seguir con el General Perón, nuestro Martín Fierro político, recordemos que el bolsillo que no tenga cabeza para prever, tendrá que tener espaldas para aguantar.

El bolsillo deberá saber entonces que los verdaderos opositores a Kirchner y Duhalde, por orden alfabético, Cavallo, López Murphy, Macri, Menem y Sobisch, para sólo citar a los más notables de la coalición invisible, no expresan una buena alternativa porque sean de centro derecha, porque no sean de izquierda o no pertenezcan al peronismo ortodoxo o siquiera por sus cualidades de mejores administradores, sino porque entienden la organización general de la economía mundial y del lugar argentino en ella, de un modo muy distinto a Kirchner, Duhalde y Lavagna.

La nueva mayoría, sin un líder claro, y compuesta por los pequeños empresarios, los profesionales, los trabajadores calificados independientes, los trabajadores asalariados del sector rural, industrial y de servicios que buscan ser pequeños empresarios independientes, los semiocupados en negro de los mismos sectores y los desocupados sin capacitación profesional adecuada a la nueva economía y que aspiran a algo más que un plan asistencialista, puede entender muy bien, si se le explica, el dilema de la Argentina como nación trabajadora en el mundo. Como los mismos trabajadores, la Argentina no llenará su bolsillo en forma óptima si no hace lo que tiene que hacer en materia de opciones productivas, de cumplimientos de reglas, y de ingreso y competencia en el mercado global.

La Argentina como nación frente a las demás naciones enfrenta problemas parecidos a los de cualquier trabajador de la economía moderna, y un Perón sabría cómo dar una explicación sencilla porque, previamente, habría tenido el talento de reconocer quienes componen la nueva mayoría en formación que requiere ser liderada para transformarse en el motor de la Argentina moderna. Sabría vincular los bolsillos individuales de los trabajadores con el bolsillo gigantesco de la economía argentina, que sólo será llenado por el mundo según las reglas de la economía global.

Los candidatos de la oposición presentan matices entre sí pero todos ellos están de acuerdo en cómo debe ser la organización general de la economía argentina para permitir el ingreso definitivo de la Argentina en la modernidad, es decir, en el mundo competitivo global, de modo tal que el bolsillo continúe tan lleno como hoy pero, y esta es la gran diferencia, pueda seguir llenándose en vez de llegar a ese punto en un futuro cercano en que no sólo no se llene más, sino que comience a vaciarse.

El bolsillo que vota hoy, y quizá propenso a los entusiasmos fáciles, no comprende cómo una economía que después del desastre de 2002 no ha dejado de recuperarse, podría hoy volver a caer en problemas graves. Y sin líderes que lo hagan pensar, sólo funcionará la memoria inmediata del bolsillo estable. Habrá entonces que recordar al sufrido bolsillo, aunque no le guste desandar sus prejuicios o elaborar sus confusiones, que no fue capaz de cuidarse a sí mismo a fines del 2001 resistiendo la presión de una minoría empresaria y un gobernador unidos por sus respectivas bancarrotas. De aquel caos, el bolsillo sólo aprendió a tener terror a los cambios y podría ser que esta vez, el bolsillo prefiera ser manso y no innovar de miedo a que todo resulte peor. Por este motivo, los que buscan el voto promocionando un cambio en la política económica deben transformarse en comunicadores eficaces: el bolsillo posee una estructura simple y razona en términos de vaciarse o llenarse.

Mientras el Presidente Kirchner, estacionado en las lejanas épocas del peronismo, hoy mismo pide con el corazón a las cadenas de supermercados que cuiden el bolsillo de los argentinos, a la mayoría de éstos no les queda claro por qué el bolsillo de algunos se ha ido llenando, el de otros se ha vaciado totalmente y el de unos pocos ha permanecido estable. Cada uno de los argentinos, incluyendo a los dueños de supermercados, sabe qué le ha pasado a su propio bolsillo, pero desconoce el funcionamiento del conjunto: no está muy seguro de qué le ha pasado a los demás y mucho menos sabe cómo podrían más bolsillos llenarse en menos tiempo y con menos sacrificios.

Si es el bolsillo quien vota, y si se quiere cuidar amorosamente de su exquisita sensibilidad, los candidatos deberán explicar y demostrar con ejemplos claros qué llena y qué vacía el bolsillo hoy, qué lo llenó y lo vació en el pasado y qué lo llenará o vaciará en el futuro. Como el bolsillo se encuentra en los pantalones y en las faldas de gente muy capaz para pensar cuando se la motiva en esa dirección y como los dirigentes aspirantes al voto son más que idóneos para cumplir con este propósito, es posible que las elecciones de octubre brinden un resultado sorprendente, espectacular y hoy imprevisto en la biología política: el de la víscera más sensible conectada por fin al cerebro.