Aunque el mayor atractivo mediático de las próximas elecciones de octubre parezca aún residir en el desenlace de la interna partidaria entre el Presidente Kirchner y su padrino Duhalde, se percibe un lento y sólido esfuerzo del público por tratar de comprender la batalla real, más allá de las peleas entre peronistas ortodoxos o izquierdistas entre los cuales, además, no han podido hacerse un lugar los peronistas liberales que dominaron el PJ en los años noventa.
Más allá de las innumerables demandas populares sobre todos los niveles de gestión del Estado y de la preocupación incesante por estos temas, se nota en la opinión pública un mayor cuestionamiento acerca del rumbo general del país en su política económica y en su inserción en el mundo y una mayor conciencia acerca de que la respuesta a tantas demandas insatisfechas podría provenir de una correcta decisión en ambas áreas. Así, octubre plantea dos nítidos campos ocultos y disimulados en infinidad de partidos y nuevas alianzas. Por un lado, se encuentran los que proponen una economía estatista, con un capitalismo tímido y muy acotado por el Estado, y una alianza con países gobernados de modo semejante –sean latinoamericanos o europeos- y por el otro, los que proponen una economía abierta, plenamente capitalista y una alianza con países gobernados bajo esas pautas y abiertos a integrarse en una federación continental o global.
La primera posición es la que hoy rige y gobierna, muy bien representada por Duhalde, Kirchner y Lavagna, y también por figuras más novedosas y creativas como Elisa Carrió y Luis Brandoni. La segunda posición, en cambio, que define en modo preciso la globalización, resulta muy difícil de asir a quienes aún no han logrado vivir siquiera en un país federal. Esta dificultad explica la falta de predominancia masiva de esta posición, que requiere un esfuerzo imaginativo grande, una sólida información sobre el resto del mundo y, sobre todo, una disposición a entender que no hay nacionalismo viable sin inserción global.
Estas dos posiciones, que definen los dos campos reales de la batalla de octubre, constituyen a la vez la base del bipartidismo hacia el cual nos encaminamos nuevamente, una vez terminado el proceso de desarticulación del bipartidismo anterior. Las dos nuevas grandes formaciones políticas albergarían así, por un lado, a los estatistas centralistas y antifederales y por el otro, a los capitalistas modernos, federalistas a escala global. Una batalla que no hace más que recrear las históricas opciones argentinas con la novedad de que esta vez la lucha por la Nación no se desarrolla exclusivamente en el seno de esta sino que se despliega por todo el territorio continental y más allá de éste, al planeta en su totalidad.
El rol de los periodistas independientes aclarando estas dos posiciones en la elección de octubre ayudará a que los argentinos exijan a sus los líderes políticos una definición contundente y elaborada acerca de hacia cuál de estos dos rumbos pretenden orientar el país. Se deberá también estar alerta al probable travestismo oportunista pre o post electoral de Kirchner, que no dudará en adoptar falsos ropajes de modernidad económica –como elegir un ministro de economía que parezca más capitalista- sin adscribir a lo esencial: el modo de creación global de riqueza y su distribución. Las fantasías de que Kirchner resulte en un nuevo Felipe González han sido canceladas no sólo por el tiempo que ya tuvo para operar dicha transformación, sino por la realidad histórica: la Argentina ya tuvo esa encarnación local en la figura de Carlos Menem. Los votos que el Presidente consiga en estos días alimentado esta ilusión, sólo hablarán mal de un periodismo que no aventó este peligro a tiempo.
Los resultados electorales se medirán así del modo que corresponde. En vez de medir si Kirchner le ganó a Duhalde o viceversa, se medirá cuántos son los votos sumados de una posición, representada por Kirchner, Duhalde, Carrió, Brandoni, Patricia Walsh, etc. Y cuántos son los votos sumados de Macri, López Murphy, Sobisch, Patricia Bullrich, Menem, etc. Aunque los dos campos aún no constituyan dos partidos o dos alianzas firmemente eslabonadas, quedará formada la base política para encarar las elecciones presidenciales del 2007 con la población lista para organizarse y empujar con entusiasmo sus convicciones. Los argentinos estaremos así, por fin y como inicio, dentro la modernidad política, que requiere un espacio de participación organizado, tanto para quienes la promueven como para quienes la niegan.