viernes, septiembre 23, 2005

CAVALLO: BORRON Y CUENTA NUEVA

Después de las insalvables dificultades con su partido, a casi nadie tomó de sorpresa la renuncia de Domingo Cavallo a competir por una banca de diputado en las próximas elecciones de octubre. Deja un lugar vacío que se va a notar en los próximos debates: nadie como él para explicar por qué la Argentina que para el gobierno luce bien, está en realidad mal, y nadie como él para advertir acerca de los peligros que se ciernen sobre el país si no se cambia el rumbo.

Si bien hay muchos y muy valiosos candidatos opositores al gobierno que comparten en líneas generales su misma visión, sólo Cavallo parece tener las reacciones viscerales de quien es, a la vez, un ciudadano de la Argentina y un ciudadano del mundo. Para los argentinos, dirigentes o ciudadanos votantes, resulta aún difícil de comprender que no se puede ni pensar ni proponer ni ejecutar políticas sin la doble percepción del interés nacional y de la inexorable marcha global.

Lo que diferencia a Cavallo de los demás no es su pensamiento, compartido por muchos dirigentes afines ideológicamente, sino su doble experiencia en Argentina y en los centros de poder del mundo, allí donde se piensa, se propone y se gestiona la política global. La mayor carencia de la política argentina actual continúa siendo precisamente esta escasa aptitud global que permitió primero, en enero de 2002, que el país se arrepintiese dramáticamente de su ingreso en la modernidad durante los años noventa y que hoy, cuatro años más tarde, se mantenga obcecadamente en una opción económica y política anticuada e inadecuada a las necesidades de la población. Falta que los argentinos completen su propio pensamiento global y razonen con mayor conocimiento y justeza acerca de su propio país. Esto no sucederá sin liderazgo y docencia y, ya fuera de cualquier candidatura, éste es el rol que corresponde a un Cavallo renacido a la función de la mejor política. Fuera ya del heroísmo de competir sin compañía ni recursos, puede reencontrar su mejor destino en el don a los demás de su inmenso caudal de conocimientos acumulados en más de treinta años de estudiar el país y el mundo.

La larga crisis de su partido parece haber terminado aunque aún persistan algunos episodios legales y rutinas a cumplir, y el fin de esta crisis es una buena noticia también para el país, sediento de partidos funcionales a una vida política real y participativa. Los internismos ahistóricos y los intereses personales molestan a la población cuando coartan el servicio que un partido político moderno debe brindarle, y que consiste en transmitir conocimiento especializado acerca del país, propuestas de gestión y de personal representativo y ejecutivo calificado y, sobre todo, en proporcionar a los ciudadanos una estructura organizativa que le permita participar para defender sus propios intereses. Por otra parte, un partido político eficiente no precisa dirigentes o aspirantes a serlo, que no comprendan que la horizontalidad de una organización moderna, abierta y competitiva exige la verticalidad a la hora de ejecutar una propuesta.

Borrón y cuenta nueva, Cavallo está disponible ahora para rehacer su partido y servir como pieza valiosa en el difícil armado de la fuerza de la nueva mayoría que requiere no sólo cuadros de excelencia preparados para gobernar sino cuadros políticos excepcionalmente capacitados para organizar. Junto a su leal grupo de jóvenes profesionales que ambicionan acceder a la gestión pública podrá intentar, una vez más, llenar ese ya insoportable vacío político de la Argentina: el de una palanca hacia la modernidad.